EL VALOR DE LA POLÍTICA DEMOCRÁTICA
La política democrática necesita dignificarse y los políticos prestigiarse y legitimarse. Una serie de condiciones objetivas deben unirse a las personales para que esos fines puedan alcanzarse.
Entre las condiciones mínimas para situarse en escenarios respetables para la política y los políticos, encontraremos el rechazo de la violencia, que no sea uso de la fuerza legítima a través del Derecho, el valor eminente de la vida humana y de su dignidad y el predominio de la conciencia sobre la potencia.
Es decisivo el escenario democrático para la política, y para los políticos, a través de la existencia de unas reglas de juego que señalen los valores, los principios y derechos, y los procedimientos y las instituciones comunes que todas deben aceptar. Entre los principios sustanciales están la libertad, la igualdad y la solidaridad, y entre los procedimientos, la seguridad, el pluralismo y los principios de las mayorías y de la negociación.
La siniestra presencia de los fascismos y de los leninismos fueron la otra cara que presagiaba un desastre moral para Europa y todo el mundo libre. No todo está ganado ni siquiera hoy y debemos seguir estando vigilantes para evitar las nuevas formas de los fascismos y de los leninismos que envenenan a muchos desde su ideología del enemigo sustancial, antitesis de la cultura democrática.
Aunque vivan en democracia hay políticos que no reúnen estas condiciones mínimas para actuar coherentemente en democracia y no sólo deslucen los escenarios de la libertad, sino que los contaminan con nombres ajenos, y corrompen las formas y los contenidos. El juego sucio, la mentira, la dialéctica del odio y del amigo enemigo, la incapacidad para reconocer errores y para limpiar sus filas de corruptos, el tú más, la técnica de lanzar basura contra el adversario pata tapar las faltas propias y vivir según la pasión y no según la razón son algunos signos de esa carencia de fundamentos mínimos para hacer política en democracia.
Los políticos pueden ser ideólogos o expertos como “ creadores o transmisiones de ideas y de conocimientos políticos relevantes y también según el papel que desempeñen en el contexto político”, según las autorizadas reflexiones de Bobbio en su trabajo intelectuales y poder..Los primeros se ocupan sobre todo de los principios y los segundos de los medios. Los unos actúan por valores y los otros por el objetivo a alcanzar. En los respectivos extremos están los utopistas y los técnicos. Unos y otros deben ser fieles al valor de la política democrática.
También encontraremos la traición y la deserción. Bobbio dirá que traicionar es pasarse al enemigo y desertar abandonar al amigo. Con la existencia de la corrupción que también encontramos en políticos y que puede afectar a todos, la traición y la deserción vienen a significar lo mismo. El corrupto a la vez traiciona y deserta de los ideales y de los valores de ética pública que cada partido representa..Por eso resulta sorprendente la insistencia con la que Rajoy en España respalda sin fisuras a los miembros de su partido acusados de corrupción. Ninguna interpretación de ese comportamiento puede avalar buena fe o lealtad. Mas bien avala simpleza o complicidades..EL cargo de Presidente del Partido Popular, presuntamente le ha hecho perder la memoria, de tantas afirmaciones que hizo sobre la regeneración de la política y de la limpieza y la transparencia en la vida pública por el bien de la democracia cuando gobernaba Felipe González... ¿Qué le ocurre Sr. Rajoy? ¿Qué puede responder cuando tantos alcaldes en la cárcel, concejales, imputados por corrupción diputados autonómicos, un presidente de una comunidad autónoma y sigue? Mal pinta la cosa. Podrá si lo estima conveniente acudir al sabio de las Azores que tiene solución para todo y si lo duda, acuda a su yerno antes de que lo pillen en Portugal que lo quieren mucho.
No hay democracia sin luz y taquígrafos. Cada vez que se desvela un escándalo político y se hace público un comportamiento o unos hechos que hasta entonces eran secretos y permanecía en la oscuridad, se está perpetrando un ataque serio contra los valores democráticos. Los que defienden celosamente que nada malo pasa en sus filas políticas para ocultar una malversación, una corrupción, un escándalo, unos intereses privados contra el servicio público, están conscientes o inconscientes, traicionando al interés general y defendiendo impúdicamente la autocracia. Si la democracia es el poder visible, el control del poder por la Constitución y por la Ley, desde su transparencia ante los ciudadanos, cualquier obstáculo a esa máxima inexcusable traiciona lo más valioso de nuestra convivencia libre. Es una traición a nuestras creencias comunes. Es necesaria una gran renovación moral, por el bien de la decencia y de la democracia.
JOAQUÍN NOGUERAS ALBA.